Turismo de misterio
Viaje por los parques de atracciones olvidados más escalofriantes del mundo
Publicada 31/10/25
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La imagen de una noria inmóvil, un dragón oxidado o una montaña rusa cubierta de hiedra puede resultar tan inquietante como fascinante. Los parques de atracciones, concebidos para despertar sonrisas y adrenalina, se transforman con el abandono en paisajes de melancolía y leyenda.
En ellos se mezclan la memoria de la diversión con el eco de los desastres naturales, los accidentes o la ruina económica. Son lugares detenidos en el tiempo que hoy atraen a viajeros curiosos, aficionados al urbex -la exploración de espacios urbanos olvidados- y amantes del turismo de misterio.
Con la llegada de Halloween hoy te proponemos un recorrido por algunos de los parques de atracciones abandonados más emblemáticos del mundo muestra cómo la nostalgia y el silencio pueden convertirse en un atractivo tan poderoso como la propia aventura.
Hay algo en los parques de atracciones abandonados que provoca una mezcla de extrañeza y fascinación. Son espejos de una alegría pasada, cubiertos ahora de óxido, vegetación y leyendas que sobreviven entre caballitos de tiovivo y dragones de plástico.
Allí donde antes sonaban risas y música de feria, hoy reina el silencio. La historia parece haberse detenido a mitad de un grito de emoción: la noria ya no gira, los coches de choque permanecen inmóviles y los carteles, descoloridos, se deshacen bajo la lluvia.
A lo largo de las últimas décadas, cientos de parques temáticos y de atracciones en todo el mundo han cerrado sus puertas. Los motivos son diversos -desastres naturales, falta de inversión, accidentes o simples fracasos financieros-, pero el resultado siempre es similar: lugares concebidos para la diversión que se transforman en escenarios melancólicos, casi teatrales, donde la naturaleza ha tomado el control.
Con el paso del tiempo, estos espacios se han convertido en puntos de atracción para exploradores urbanos, fotógrafos y viajeros interesados en el turismo de misterio.
Lo abandonado, inevitablemente, despierta curiosidad y cada año crece el interés por visitar enclaves donde el pasado permanece suspendido, y que hoy muestran su reverso más inquietante
Cada uno de estos parques conserva algo más que ruinas, son testigos de una época en la que la diversión parecía eterna hasta que la realidad la detuvo.
En ellos, la risa y el color han sido reemplazados por nuevos mundos vegetales y estructuras dormidas que aún narran su historia. Para ello hoy viajamos por el planeta para descubrir esos parques de atracciones abandonados que, entre el misterio y la nostalgia, siguen atrayendo a quienes buscan otra forma de mirar la memoria del ocio.
Parques de atracciones abandonados
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Six Flags New Orleans, Nueva Orleans (Estados Unidos)
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Holy Land U.S.A., Waterbury (Estados Unidos)
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Tierra de Oz, Carolina del Norte (Estados Unidos)
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Chippewa Lake Park, Ohio (Estados Unidos)
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Joyland Amusement Park, Wichita (Estados Unidos)
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Geauga Lake, Ohio (Estados Unidos)
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River Country, Florida (Estados Unidos)
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Cidade Albanoel, Itaguaí (Brasil)
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Spreepark Berlin, Berlín (Alemania)
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Parque de Atracciones de Prípiat, Prípiat (Ucrania)
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Camelot Theme Park, Charnock Richard (Reino Unido)
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Dadipark, Dadizele (Bélgica)
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Amusement Park, Padua (Italia)
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Parque de Atracciones de Artxanda, Vizcaya (España)
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Aquasur de Aranjuez, Madrid (España)
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Aquàtic Paradís, Sitges (España)
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Gulliver’s Kingdom, Kawaguchi (Japón)
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Takakonuma Greenland, Hobara (Japón)
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Okpo Land, Okpo City (Corea del Sur)
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Yongma Land, Seúl (Corea del Sur)
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Ho Thuy Tien Waterpark, Huế (Vietnam)
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Wonderland, Pekín (China)
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Mimaland Park, Selangor (Malasia)
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Buddha’s World / Fairy Tale Land, Guanxi (Taiwán)
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Nara Dreamland, Nara (Japón)
Parques de atracciones abandonados en América
América fue el continente donde nació el concepto moderno de parque temático, y también donde muchos acabaron convertidos en ruinas espectaculares.
En Estados Unidos, el Six Flags New Orleans, inaugurado en el año 2000, vivió apenas un lustro antes de que el huracán Katrina lo condenara. Las aguas inundaron sus avenidas, cubrieron sus montañas rusas y destruyeron el sistema eléctrico.
Durante semanas el parque permaneció sumergido, y cuando las aguas se retiraron, dejó tras de sí una escena casi cinematográfica: vagonetas volteadas, carteles arrancados y figuras de yeso carcomidas. Su aspecto posapocalíptico lo convirtió después en escenario de películas como Jurassic World y Percy Jackson, pero nunca volvió a recibir visitantes.
No muy lejos, en Connecticut, el Holy Land U.S.A. fue durante las décadas de 1960 y 1970 un santuario religioso al aire libre. Concebido por John Greco como homenaje a los fieles católicos, contaba con réplicas de Jerusalén y Belén y una cruz de 17 metros visible desde toda la ciudad de Waterbury.
Tras la muerte de su creador, el parque quedó abandonado y el paso del tiempo le otorgó una atmósfera inquietante. En 2010, el hallazgo de un crimen a los pies de la gran cruz reavivó su leyenda y consolidó su reputación como uno de los lugares más enigmáticos de la costa este estadounidense.
Más al sur, en Carolina del Norte, el Tierra de Oz se inspiró en el clásico de El mago de Oz. Abierto en 1970, permitía a los visitantes recorrer el Camino de las Baldosas Amarillas y conocer a Dorothy, el León y el Hombre de Hojalata.
Un incendio en 1975 destruyó buena parte de la Ciudad Esmeralda y marcó el inicio de su decadencia. Sin embargo, el parque nunca fue del todo olvidado: algunos tramos se reabren de forma puntual para eventos que atraen a nostálgicos del cine y curiosos del turismo alternativo.
En Ohio, el Chippewa Lake Park, activo desde 1878, es uno de los parques más antiguos de Estados Unidos. Durante un siglo fue un centro de ocio familiar con montañas rusas, norias y jaulas voladoras.
Su cierre en 1978 dio paso a la invasión de la vegetación, y hoy la naturaleza ha reclamado cada centímetro de su terreno. La estructura de madera de su montaña rusa aún se mantiene en pie, envuelta en hiedra, y ha servido de escenario para documentales y películas de terror, como Closed for the Season.
Un caso similar es el del Joyland Amusement Park, en Kansas, que funcionó durante más de cincuenta años antes de clausurarse en 2006 tras un accidente. Desde entonces, sus ruinas se han convertido en punto de encuentro para exploradores urbanos y fotógrafos atraídos por su estética decadente.
También en Ohio, el Geauga Lake, que abrió en 1887, fue durante más de un siglo uno de los parques más grandes del Medio Oeste estadounidense. Cerró en 2007 tras una larga crisis financiera. Sus atracciones, desmanteladas parcialmente, aún pueden verse en los márgenes del lago que lleva su nombre, donde el eco de los visitantes de otro tiempo se mezcla con el silencio del abandono.
En Florida, el River Country fue el primer parque acuático de Disney, inaugurado en 1976. A diferencia de los modernos complejos actuales, utilizaba agua natural del lago Bay Lake. Su cierre en 2005 fue abrupto, y desde entonces sus toboganes vacíos y su muelle deteriorado permanecen ocultos tras la vegetación, recordando que incluso la magia de Disney puede desvanecerse.
Más al sur, en Brasil, la Cidade Albanoel, también conocida como Santa Park, se levanta como uno de los proyectos más ambiciosos que jamás tuvo el país. Diseñado para ser el parque temático de Papá Noel más grande del mundo, su historia se truncó tras la muerte repentina de su creador en un accidente a pocos metros de la entrada.
Desde entonces, las estatuas de renos y bastones de caramelo, oxidadas y despintadas, se alinean junto a los restos de lo que iba a ser una “tierra mágica navideña”. Hoy, el parque se ha convertido en un lugar tan fascinante como escalofriante para los curiosos que se aventuran entre la maleza.
Parques de atracciones abandonados en Europa
Europa, con su pasado industrial y su historia convulsa, ofrece algunos de los ejemplos más icónicos de parques abandonados. En Alemania, el Spreepark Berlin fue inaugurado en 1969 en la antigua Alemania Oriental bajo el nombre de Kulturpark Plänterwald. Durante años fue el único parque de atracciones estable en el Este, pero tras la caída del muro cambió de modelo y de nombre.
Su propietario, Norbert Witte, lo llevó a la quiebra en 2001, acumulando una deuda millonaria y terminando en prisión por contrabando de droga. Desde entonces, el Spreepark permanece cerrado, aunque su noria y los restos de las atracciones aún giran con el viento del bosque que lo rodea, mientras el graffiti y el óxido lo han convertido en un icono del turismo de misterio en Berlín.
Más al norte, el Parque de Atracciones de Prípiat, en Ucrania, se erige como símbolo de la catástrofe nuclear de Chernóbil. Construido para los trabajadores de la planta, debía inaugurarse el 1 de mayo de 1986, pero la explosión del reactor cuatro, apenas unos días antes, selló su destino. Sus atracciones -una noria, autos de choque y columpios- nunca se utilizaron oficialmente. Hoy son el emblema de una ciudad evacuada en 48 horas y una de las imágenes más reconocibles del abandono moderno.
En el Reino Unido, el Camelot Theme Park, inspirado en la leyenda del Rey Arturo, abrió sus puertas en 1984 y se mantuvo activo hasta 2012. Fue durante años uno de los destinos familiares más populares del norte de Inglaterra, con montañas rusas, torneos medievales y recreaciones de castillos.
La caída de visitantes y el aumento de costes llevaron a su cierre, y aunque parte de las atracciones fueron vendidas, aún permanecen visibles las vías oxidadas de las montañas rusas y algunos carruseles, que sirven de escenario para fotógrafos y curiosos.
En Bélgica, el Dadipark, abierto en los años cincuenta, fue durante décadas un parque modesto pero muy querido. Su cierre en 2002, tras un accidente que causó heridas graves a un niño, marcó el fin de su historia. Desde entonces, las estructuras oxidadas y los toboganes rotos se han convertido en parte del paisaje, testigos silenciosos del paso del tiempo.
En Italia, el Amusement Park de Padua, inaugurado en 1991, cerró tras un torbellino en 2008 que destruyó gran parte del recinto. Los intentos de reconstrucción fracasaron y, tras declararse en quiebra en 2012, el lugar fue transformado en un complejo residencial. Hoy solo queda en el recuerdo de quienes lo conocieron.
España también conserva su parte de nostalgia, el Parque de Artxanda, en Vizcaya, fue durante los años setenta y ochenta un punto de encuentro familiar con zoológico y anfiteatro. Cerró en 1990 por falta de visitantes, y fue completamente demolido en 2018.
En Madrid, el Aquasur de Aranjuez, abierto en los años ochenta, fue el primer parque acuático de la región. Cerró en 2005 tras años de competencia con otros centros más modernos. Aún permanecen los toboganes descoloridos y el área de picnic devorada por la vegetación.
En Cataluña, el Aquàtic Paradís de Sitges, inaugurado en 1987, fue uno de los primeros parques acuáticos del país. Apenas duró dos temporadas antes de cerrar por deudas, pero sus toboganes, piscinas vacías y carteles desgastados siguen en pie. De hecho, su estética decadente sirvió de escenario para la película REC, un guiño cinematográfico al miedo real que inspira el abandono.
Parques de atracciones abandonados en Asia
En Asia, donde la modernidad convive con ruinas recientes, el contraste entre el esplendor y el olvido es especialmente poderoso. En Japón, el Gulliver’s Kingdom fue inaugurado en 1997 al pie del monte Fuji con una figura colosal de Lemuel Gulliver atado al suelo.
Pese a la inversión, el parque apenas atrajo visitantes y cerró en 2001. Su cercanía al bosque de Aokigahara -asociado a historias de suicidios- contribuyó a su fama sombría, y hoy solo permanecen restos de su estructura y fragmentos del gigante atrapado por la maleza.
A unos cientos de kilómetros, en la prefectura de Fukushima, el Takakonuma Greenland es conocido como “el parque que no existe”. Según cuenta la leyenda, Makoto tenía que entregar a su hija aAmanojaku y éste le daría todo el dinero del mundo para construir el parque.
En el día de la inauguración, la hija de Makoto desapareció y el destino del parque no fue mucho mejor. Construido en 1973 y cerrado apenas dos años después, volvió a abrir en 1986 donde un misterioso empresario decidió tomar las riendas del parque y volver a abrirlo, pero lejos de tener una larga trayectoria, la vida del parque se prolongó tan sólo 13 años más debido a los terroríficos acontecimientos que ocurrieron en el lugar, donde llegaron a fallecer alrededor de siete personas y finalmente, cerró definitivamente en 1999. Las nubes y la niebla que suelen cubrir la zona le otorgan una atmósfera fantasmal que lo ha convertido en uno de los destinos más visitados por exploradores urbanos de Asia.
En Corea del Sur, el Okpo Land de la ciudad de Okpo fue en los años noventa uno de los parques más populares del país. Su historia dio un giro trágico tras varios accidentes mortales en su montaña rusa con forma de patos. El cierre en 1999 llegó acompañado de la desaparición de su gerente, lo que alimentó aún más las leyendas. Las estructuras permanecieron intactas durante años, como si los visitantes hubieran huido de repente, congelando la escena del último día de diversión.
No muy lejos, en Seúl, el Yongma Land ofrece una visión diferente del abandono, construido en 1980 como un pequeño parque familiar, cerró en 2011 tras perder público ante complejos más grandes. Actualmente el parque reabrió parcialmente como espacio para sesiones de fotos y rodajes, donde el dueño cobra una entrada simbólica para mantener la decadencia “justa” que atrae a los visitantes.
En Vietnam, el Ho Thuy Tien Waterpark, construido en 2004 cerca de Huế, se convirtió en símbolo del abandono tropical. Su gran dragón metálico, que se alza sobre el lago del Narciso, domina un entorno de pasarelas oxidadas y toboganes cubiertos de moho. Aunque se ha planteado su restauración como parque comunitario, la vegetación sigue avanzando, convirtiéndolo en destino habitual de viajeros atraídos por lo surrealista.
En China, el Wonderland de Pekín fue diseñado en los noventa para ser el parque temático más grande de Asia. Las obras se detuvieron por conflictos entre el gobierno y los agricultores locales, y las torres a medio construir quedaron en pie como un castillo sin reino. Décadas después, sus muros inacabados se han vuelto un símbolo de los sueños arquitectónicos frustrados y de la rapidez con la que la modernidad puede abandonarse.
En Malasia, el Mimaland Park fue el primer parque temático del país, este abrió en 1975 y cerró en 1994 tras una serie de incidentes, entre ellos un deslizamiento de tierra y un accidente que hirió a un visitante. Hoy, esculturas de dinosaurios y estructuras devoradas por la jungla forman un paisaje en el que el tiempo parece suspendido.
En Taiwán, el Buddha’s World, conocido también como Fairy Tale Land, fue un parque de cuentos de hadas que acabó en manos de una comunidad budista. Sus castillos y figuras permanecen entre templos y jardines, en un equilibrio curioso entre espiritualidad y abandono.
Finalmente, también en Japón, el Nara Dreamland, inspirado en Disneyland, funcionó desde 1961 hasta 2006. Tras su cierre, las calles vacías y las montañas rusas invadidas por la maleza se convirtieron en uno de los lugares más visitados por los exploradores urbanos antes de su demolición definitiva en 2017.
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