Los objetivos permanentes del turismo español
24 septiembre, 2025 (04:22:14)El turismo español, cualquiera que sea su etapa coyuntural, los gestores políticos y administrativos que pretenden dirigirlo, las condiciones de los mercados y los protagonistas de la demanda y de la oferta, ha tenido siempre unos objetivos permanentes, cuyo grado de consecución, y adaptación a las exigencias de cada etapa de desarrollo, han determinado el éxito, mayor o menor, alcanzado en cada etapa de su evolución.
Estos objetivos permanentes pueden ser enunciados, de forma sucinta, en la lista siguiente: calidad, desconcentración, desestacionalización y diversificación. El hecho de que estos objetivos hayan sido permanentes y sigan plenamente vigentes indican que no hay una meta definitiva, sino que ésta es progresiva y, que, por tanto, no puede decirse que haya sido alcanzada en un momento determinado, sino que siempre ha de considerarse que hay una exigencia de mejora. Otro aspecto importante es que es preciso un análisis riguroso, basado en datos contrastados que exigen una recopilación y depuración de los mismos, que nos indique si se está en el buen camino en la consecución de esos objetivos.
La calidad es a la vez objetiva y subjetiva. El primer aspecto refleja el valor intrínseco del producto turístico que se ofrece y su evolución, positiva o negativa, a lo largo de un período temporal determinado. La subjetiva está basada en la percepción del consumidor del producto y su capacidad de satisfacer sus expectativas. Hay datos estadísticos que reflejan la evolución de uno de los componentes fundamentales del producto turístico, el alojamiento, que refleja la transformación de la planta hotelera con una marcada tendencia a la preponderancia de la hotelería de cinco y cuatro estrellas respecto a la de tres y menos estrellas. Una precisión indispensable al recoger esta evolución es señalar que la calidad afecta a todos los establecimientos, cualquiera que sea su clasificación. Otro aspecto de gran importancia en este sector del alojamiento es la adecuada regulación de la vivienda de uso turístico, todavía en una progresiva tarea de regularización, que haga posible que siga siendo parte de la oferta de alojamiento pero, a la vez, garantice al usuario y evite las llamadas externalidades o efectos negativos (agravamiento de la escasez de vivienda, molestias a los residentes, despoblamiento del centro de las ciudades). En cuanto a la calidad subjetiva, está directamente relacionada con el problema del encarecimiento de los precios turísticos, que afectan a todos los servicios, en especial al alojamiento y a la restauración, y que si solamente respondiera al aumento del valor del producto sería positiva, pero si se desvincula de éste será una amenaza para el futuro de nuestro turismo. Para asegurar esta calidad es fundamental tener en cuenta que el producto turístico es complejo y que al mismo nivel que la oferta de servicios turísticos de los proveedores privados, la calidad depende igualmente del nivel de los servicios públicos, de las infraestructuras y de la eficacia de las políticas de sostenibilidad.
El objetivo de la diversificación sigue progresando. El aumento del turismo de cruceros (9 millones hasta ahora en 2025); el de reuniones (congresos e incentivos) con algunos de nuestros destinos ocupando primeros puestos a nivel mundial; el turismo deportivo, como el futbol, el golf, el náutico el motociclismo, etc., y con nuevos alicientes (la Fórmula 1 en Madrid que se une a Barcelona), son muestras de este esfuerzo de diversificación del producto turístico. Aquí también hay que hacer una mención muy elogiosa de nuestra restauración, hoy con prestigio universal
En cuanto a la desconcentración, se ha avanzado significativamente en el turismo de ciudades, aunque todavía hay un gran potencial respecto a las ciudades denominadas de segundo nivel. Queda mucho por hacer, se acaba de publicar que diez provincias del interior han recibido menos turistas extranjeros que antes de la pandemia de la covid. El turismo rural ha de contemplarse no solamente desde el mero ángulo turístico sino como instrumento de gran importancia para el desarrollo del cada vez más deprimido ámbito rural, que va perdiendo la actividad económica tradicional agrícola y ganadera y con ella arrastra el despoblamiento, que ha sido un factor de primera magnitud en la terrible plaga de los incendios. La nueva campaña de comunicación de TURESPAÑA pone especial énfasis en los destinos de interior y hay que desearle el mayor éxito.
Por último la tan pregonada desestacionalización. Aquí aparecen posiciones aparentemente contradictorias. Por un lado, se anuncia un gran crecimiento (25%) de la oferta aérea para la temporada de invierno 2025-2026, mientras que el crecimiento de la oferta de asientos de avión en la temporada de verano ha sido de un 6%. Por otro lado, voces muy cualificadas del sector empresarial turístico señalan que esta diferencia de los índices de crecimiento entre las temporadas de verano y de otoño e invierno son una mera consecuencia de que nuestra capacidad en la temporada alta de verano está llegando prácticamente a su límite mientras que todavía hay potencial de aumento en las temporadas bajas de primavera, otoño e invierno. En todo caso, se ha avanzado considerablemente en el alargamiento de la temporada de verano en los destinos de sol y playa desde los tiempos en que eran los operadores de los mercados emisores quienes reclamaban esta prolongación mientras que el interés de los destinos no respondía en la medida deseable a estas propuestas de los comercializadores de la demanda.
Como conclusión hay que señalar algo que ya se ha mencionado en anteriores artículos. Es difícil afirmar que España tiene una auténtica política de oferta turística de carácter nacional, ya que la actual distribución de competencias hace muy complicado definir y aplicar una estrategia global de este tipo.
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