Un huésped inesperado
6 octubre, 2025 (11:30:21)Hay turistas que viajan buscando experiencias auténticas, otros que coleccionan selfies delante de iconos urbanos, y algunos que, sin quererlo, acabamos protagonizando otra modalidad con la forma más instagrameable posible: el tour mediático.
Mi historia ha corrido como la pólvora en los titulares: “Mujer hospitalizada tras sufrir la picadura de un escorpión en un hotel en Alcorcón”. El resto, puro aderezo sensacionalista: “El animal viajaba de polizón en una maleta”. ¿De polizón en la maleta? Si no se tratara de mi propia desdicha, me partiría de risa.
Nada de safaris, ni peligrosas expediciones; bastó con reservar un hotel en la periferia de Madrid para toparme con el exotismo más radical.
Porque el turismo, a menudo, consiste en eso: Proyectas, organizas y te lanzas a hacer un viaje cuando, ¡sorpresa!, un elemento inesperado echa por tierra todas tus expectativas. No lo había previsto, pero de repente me vi, sin quererlo, bajo la luz del candelero y sin la menor sombra de intimidad.
Reflexionando, imagino aquella mano que sin saberlo aferraba el aguijón como la metáfora perfecta de las amenazas que atenazan al sector: masificación, turismofobia, gentrificación, degradación del medio ambiente… factores que nos recuerdan que todo viaje lleva implícito un margen de riesgo, una cuota de caos que ningún plan puede prever. Y qué mayor recordatorio que el que sufrí: la irrupción de un cuerpo ajeno, inadvertido, en el corazón de un itinerario cuidadosamente diseñado.
El turismo, como un organismo vivo, late al ritmo de la imprevisibilidad: modas que van y vienen, tensiones geopolíticas y una infinidad de factores sociales y económicos en continuo movimiento. Yo mismo lo comprobé: bastó con abrir el equipaje en el momento más inoportuno para perder el rumbo para siempre. No hay modo de evitarlo.
Todos, absolutamente todos, queremos disfrutar del turismo. Sea cual sea nuestro perfil, todos tenemos este derecho. Lo esencial es diseñar un modelo de convivencia con los riesgos, que transite del viejo dogma del “más es mejor” o “del todo bajo control”, a uno que priorice la sostenibilidad económica, social y medioambiental, buscando un equilibrio flexible que no comprometa el futuro de los destinos ni el bienestar de sus habitantes.
Me acordé entonces de Cortázar y de su alacrán que, harto de ser alacrán, se clavó el aguijón necesitando de su alacranidad para acabar con el alacrán. Del mismo modo, el turismo parece cansado de sí mismo, quemado, harto de ser turismo pero necesitando de turistas para acabar con el turismo. De las cenizas de estas "matrioskas" calcinadas tendrá que resurgir el nuevo fénix.
Más allá de estas disquisiciones, y tras el susto de muerte, me dispongo a publicar en este mismo momento la siguiente reseña en mi tripadvisor personal: “Habitación amplia, clima seco, cama cómoda bajo la colcha. Lo peor de mi estancia en Alcorcón: El transfer y la rapidez con la que los humanos detectaron mi presencia”.
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